sábado, 23 de octubre de 2010

SIEMPRE HAY ALGUIEN

En dos oportunidades y mientras estaba trabajando con mi computadora,  me distrajo un ruido extraño en el balcón, tal como si el toldo flameante golpeara contra algo.
Sin moverme de donde estaba, observo hacía el pulmón de manzana y miro con atención las puntas de las ramas de uno de los  espectaculares abetos que tengo como paisaje de todos los días y veo con extrañeza que estaban inmóviles,  indicando que no había viento alguno.
Fue entonces cuando mi curiosidad me obligó a dejar la computadora para dar un vistazo en el lugar, pero no vi nada; todo estaba silencioso.
Volví al teclado  pensativo, porque al ruido lo había sentido como real,  aunque,  nadie esta libre de imaginar cosas que no suceden, sobre todo cuando uno pasa los cincuenta.
No transcurrieron cinco minutos, cuando el ruido vuelve a repetirse y sin pérdida de tiempo corro al balcón y descubro a una torcacita atrapada entre el vidrio de los ventanales corredizos y una red metálica de malla muy abierta en el lado interior,  instalada  con el solo objeto de proteger a los niños de alguna travesura.
Bastó unos segundos para  encontrar la solución y  sin tratar de tocar al pájaro y ocultándome para que en la desesperación no se lastimase, tomé  la ventana corrediza desde una punta alejada y  la abrí muy suavemente,  dejando frente a la torcacita el cielo abierto, sin obstáculo alguno.
Ella se tomó un tiempo bastante largo para convencerse de la inexistencia del vidrio que la atrapaba y que la libertad, como por arte de magia,  estaba allí, frente a sus mismísimos ojos.  Pegó un pequeño saltito y salió volando, como si nada hubiese ocurrido.
A quien de nosotros no nos ha pasado, que frente a un problema grave y que luego terminara solucionándose felizmente,  dijimos: ¡que suerte!,
pero tal como sucedió con la paloma, no no damos cuenta,  que siempre hay alguien que nos está ayudando, siempre hay alguien que nos esta queriendo, siempre hay alguien que nos esta cuidando.
Santiago, 23 de oct.2010