miércoles, 18 de enero de 2012

LA MESA


                           Me senté en una de las tantas mesas que siempre estaban distribuidas con la misma geometría.
Para el mozo, cada una de ellas es un simple número dentro de su coto de tareas y aunque parezca distraído atendiendo a otros clientes, no sé como hace, pero siempre mira exactamente en el momento en que yo levanto el brazo para llamarlo.
Para mí, es un cotidiano viaje donde paseo con mis ojos el rostro y los gestos de cada uno de los parroquianos.
Es el lugar de mis eternas preguntas y reflexiones. 
Algunos de los clientes ya los conozco bien; es lo que  sucede con la señora mayor con sus cadenitas colgantes a ambos lados del rostro y sujetas a las patillas de sus  anteojos, la misma  que siempre está  atenta a tomar el primer periódico que se desocupa, a la señora con aspecto de docente usando un rodete prendido con un broche de carey y que sistemáticamente  lleva todo el azúcar de la mesa a su cartera, el señor despeinado, que lo único que le importa es leer ese libro que ya lleva más de un mes y el profesor,  aburridamente sentado en el rincón más alejado,  que se la pasa corrigiendo el trabajo práctico de sus alumnos y que cuando termina con toda la pila de papeles,  descubre que ya se le enfrió el café.
Hoy por suerte encontré mi querida mesa desocupada, pero era notorio que la habían dejado libre instantes antes que yo llegara, porque era un desquicio con sobras de maní y otras migas, de lo que parecían restos de alguien que había esta allí por muy largo tiempo.
Lo único que se destacaba fuera de ese desorden y estaba a un costado, era una copa de whisky y debajo de ella una servilleta de papel totalmente escrita de puño y letra.
Por supuesto, no resistí la tentación y leí lo que decía: 
Tú, que te pasas todo el tiempo mirando a la gente y al techo, te estaba esperando.
Quiero que sepas que esta es mi mesa, donde yo he confesado muchas de mis penas y mis alegrías, compartí momentos imborrables con amigos y conocí gente que jamás olvidaré.
Cuando te sientes en ella, quiero que la quieras y la disfrutes como yo lo hice antes que tú te sentaras y para que no queden dudas de mi presencia, te dejo una dedicatoria debajo de este mantel.

Como recibiendo el impacto de una bala perdida y fingiendo que estaba acomodando algunas cosas de la mesa, disimuladamente empecé a correr el paño que la cubría  y por fin, en un  segundo intento, descubro en uno de sus lados una inscripción hecha con tinta negra  que decía :  Nacho, 2012

Santiago, enero de 2012

Nota: Nacho es el seudónimo de un personaje recurrente en todos mis cuentos.


Agradeceré sus comentarios, no importa lo crítico o elogiosos que éstos sean. Pueden dirigirse a mi correo o escribir directamente en mi propio blog, en el espacio “comentarios”.
Espero haberle hecho pasar un minutito de sano esparcimiento.  
Para aquellos que quieran leer la interpretación de este cuento según la visión del autor, por favor visite el blog, en la sección“comentarios”

martes, 10 de enero de 2012

ALMA Y SOLFEO



                                    Toda nota musical tiene su equivalente como silencio. Una representa el sonido y la otra su ausencia y ambas son igualmente importantes; no habría música alguna sin los silencios.

Por otro lado, dos notas pueden tener diferente sonido e igual duración y mientras que sus silencios correspondientes también duran igual tiempo, éstos están condenados a tener un mismo sonido: la nada.

Me pregunto si en el pentagrama las notas ocupan el lugar del alma, los silencios su ausencia y la música, la vida misma.

A Mateo, mi maestro de música, Santiago, enero del 2012

viernes, 6 de enero de 2012

·El ARCÓN DE LOS RECUERDOS

        
                            Cuantas veces vimos que un cuadro que estaba en los estantes del sótano o en el arcón de los recuerdos,  mezclado entre la  vajilla, los bronces y libros viejos, en algún momento de su historia,  es hurgueteado  por alguien que descubre que  éste es una obra de arte excepcional.
Es que la gente suele descartar cosas valiosas sin saberlo.
Y tú, al revisar todos tus recuerdos ¿has descartado a alguien valioso por insensibilidad, ignorancia, arrogancia o por simple frivolidad?
Si crees que eres protagonista de esta omisión, no te preocupes, porque aunque hayan pasado decenas de años, siempre estarás a tiempo de repararlo
Llama a esa persona y dile cuanto la recuerdas y si ya no esta más, compra una flor y tírala en su nombre al río o donde se te ocurra, porque seguramente la recibirá y deja el arcón solamente con chatarra para los curiosos que inevitablemente algún día llegarán.
Santiago, enero del año 2012