LA PUERTAS TAMBIÉN TIENEN HISTORIA
Recordaba que de niño miraba azorado desde la ventanilla del tranvía como los internos de la antigua Penitenciaría Nacional cortaban el césped y mantenían el entorno impecable; era un lugar que me intrigaba. Lo que no sabía es que, a metros de ese solar, muchos años más tarde, iba estar frente a una puerta que iba a usarla durante muchísimos años de mi vida.
La puerta, más que puerta, siempre fue una entrada con aire señorial: era toda de vidrio con marco verde inglés y el paño vidriado enmarcado con contravidrios de bronce y un barral del mismo metal de igual altura de la puerta que invitaba a abrirla.
Por supuesto, gracias a un cierra-puertas instalado debajo del piso, se cerraba sola con total delicadeza.
Esta manera de funcionar lo hizo durante casi 25 años sin problema alguno en un edificio que tenía aire de estilo colonial.
Uno de los primeros cambios fue el color del marco metálico, que pasó del sobrio verde inglés a negro turco. No recuerdo cual fue el motivo del cambio de color, pero el portón siguió siendo “señorial”.
Un buen día, el cierra-puertas dejó de funcionar y por consejo de un experto cerrajero el administrador no reemplazó la máquina por otra similar para puertas de gran envergadura y en su lugar instaló un brazo hidráulico en la parte superior del marco. El inconveniente que supo tener este aparato es que de tanto en tanto había que calibrar su funcionamiento mediante el ajuste de un tornillo que tenía al efecto, pero el reemplazo no sustituyó nunca al aparato original y se toleró la deficiencia.
Por cuestiones que no analizaré, el atractivo barral de bronce fue arrancado por vándalos callejeros, pero, gracias a muchas de mis gestiones con el administrador de turno se sustituyó el mismo por otro igual y ¡de bronce!
Pasaron unos años y el cierra puertas anterior dejó de funcionar y la administradora convocó a otro experto cerrajero que aconsejó reemplazar el brazo existente por otro que fue más pequeño y de menor potencia y que él disponía y es el que tenemos actualmente. El mismo necesita para funcionar que sea calibrado casi diariamente. No hubo control de calidad de lo instalado y al momento todo continúa alegremente.
El tiempo siguió su camino y los cacos volvieron a arrancar el barral de bronce. En este caso la administración y con el consenso de algunos vecinos de soluciones prácticas, decidieron instalar “la pequeña "latita” que actualmente oficia de pomo para empujar la puerta.
El mal funcionamiento del cierra-puertas trajo aparejado varios problemas colaterales.
Cuando la puerta cierra con excesiva fuerza golpea contra el marco fatigando su estructura y provocando a toda hora, un ruido insoportable dentro de la vivienda del encargado con lo cual él mismo con mucha dedicación ajusta permanentemente la calibración para un cierre aceptable, pero que sabe durará poco; el mismo encargado sabiendo que la puerta dejará de cerrar correctamente, sobre todo de noche, puso un cartel invitando a “Comprobar que la puerta quede cerrada...etc etc” con marcador y letra a mano alzada, con lo cual en la actualidad la puerta se sigue cerrando no solo con el concurso del brazo hidráulico sino también con un cartel.
Afortunadamente un antiguo y dedicado vecino, pidiendo el acuerdo de algunos de sus pares, cambió ese cartel por otro impreso a máquina, muy prolijo, pero la puerta sigue humillada con una pegatina sobre el cristal que no arregla el problema de fondo, lo disimula, lo oculta, lo acepta.
Este relato cuenta solo una de las tantas historias de las malas reparaciones que están finiquitando con casi todos los servicios propios del edificio.
Como si todo esto fuera poco, hay alguien muy dispuesto que, para solucionar el problema del cerramiento de la puerta, propone de manera errónea cambiar la puerta y no el mecanismo que la cierra mal; como complemento a la degradación propone que la nueva puerta esta vez sea pequeña y de bajo perfil.
En este caso, el edificio ya tendrá la apariencia de un PH barrial. Sin duda, podría ser una solución, pero, como siempre, “nivelando hacia abajo”, destruyendo lo que debe funcionar y bien.
Conocer la historia es también predecir el futuro, saber el camino en que estamos. Gracias por leer y espero que les haya sido útil y que todo sea para bien. Saludos, Santiago.
