LA ARGENTINA, UN PAÍS DE
SÍNTOMAS.
Autor, Santiago V. Da Ré, marzo de 2014
Últimamente, mucha gente se ha preguntado: ¿Cómo
puede ser que nuestros gobernantes falseen con tanta naturalidad las
estadísticas o disfracen la cruda
realidad económica?
Es sabido que la mejor manera de engañar, es
comenzando por autoengañarse, “creérsela” en términos porteños. Esto no es algo
nuevo; desde antaño los actores, los vendedores de lociones para hacer crecer
el cabello, ente muchos, lo saben a
la perfección.
Nosotros, que teníamos el mejor futbol del mundo,
la mejor carne del mundo, hoy, debemos estar orgullosos por haber superado a todos
en dos aspectos espectaculares: la inflación, la mendacidad y la calidad
histriónica de nuestros gobernantes, que a pesar del descalabro económico y
social, siguen teniendo su buena cantidad de representantes en el congreso.
Mientras hablan de “la década ganada”, gastan
fortunas en “circo para todos” y reparten subvenciones a troche y moche. Claro,
no dejan de llevar sus rupias a sus casitas, escandalosamente y en grandes bolsas
de cartoneros, siempre, claro está, con el peso bien controlado, porque en ese
aspecto, todo se hace con la mejor técnica de
distribución y logística.
Uno de los trucos más
potentes empleados por nuestros gobernantes y muchos políticos que quieren
congraciarse con “la gente”, es hablar de los síntomas en vez de las causas.
Esto sucede
porque a los políticos les cuesta menos mitigar u ocultar los síntomas, que resolver
el origen del problema. Saben que solucionar un problema estructural o duradero
a veces se paga con un costo político o se le “regala” la inauguración al
próximo que venga. Siempre prefieren dejar la solución de las cuestiones de
base “para más adelante y dejar que se ocupen otros de esos temas”.
En cuanto a la medicina que emplean, siempre usan
fármacos livianos; esos de “venta libre y popular”, simplemente porque requieren
relativamente poca inversión, son de efecto inmediato y contentan al enfermo
con terapias placenteras.
Por otro lado, un poco por la prédica de políticos
y ciertos periodistas “copiones”, es que se tiende a confundir enfermedad con
síntoma, sobre todo, en problemas que parecen inconexos.
Por ejemplo, hay una enfermedad oculta que produce
pérdida de visión y llagas en los pies y la tendencia del lego, sería tratar
únicamente lo que parece evidente; los ojos y/o los pies.
Salvo que se esté
algo informado sobre medicina, la gente no piensa que el origen del
problema es la diabetes y no algo particularmente radicado en la vista o los
pies; en ese caso, es evidente que hay que empezar por tratar la diabetes, la
causa del problema, de lo contrario se perderá la vista y los pies.
A mi modo de ver, también la inseguridad es un
síntoma y no una causa.
Algunos dicen que ésta se combate con más policías
en la calle o más patrulleros; otros,
con muchas cámaras de seguridad y hasta hay otros, que proponen cambiar
las leyes. Todos buscan complacer a la gente con soluciones banales, omitiendo
la solución de fondo de la Argentina y que los brasileños, como ayuda de
memoria, la tienen escrita en su propia bandera: Orden y Progreso.
En este sentido, los únicos exentos de culpa son
los sanitaristas, que lamentablemente no se ocupan de la seguridad. Dicen que
para combatir el dengue es necesario eliminar el lugar donde se generan los
mosquitos. “Hay que evitar que éstos se reproduzcan”, no eliminarlos de a uno por vez; esto último
es estúpido, repiten con sabiduría.
En cambio los políticos dicen que podrían terminar
con el problema de la inseguridad combatiendo a los delincuentes de a uno, a
sabiendas que, por cada delincuente neutralizado, al mismo tiempo se
están generando cientos de ellos en ese caldo de cultivo que es la indigencia,
las villas miseria, la desnutrición infantil, la ausencia de educación y la
droga de los marginados, tal como es el paco.
Sin lugar a duda, el
criterio de los demagogos y punteros políticos, es contraria a la recomendada por los
sanitaristas del ejemplo.
Hoy por hoy, el nuevo asentamiento en Villa
Lugano, bautizado “Papa Francisco”, muestra
con dramatismo lo imparable de esta realidad argentina.
Para citar otro tema de actualidad con relación a la seguridad, el
gobierno está distrayendo a la gente con la propuesta de cambiar el Código
Penal. Es obvio que, para los políticos populistas, es más fácil cambiar un código, que cambiar a un país; en ninguno
de los muchos países considerados normales, existe la inseguridad como problema
nacional y en muchos de ellos han pasado décadas sin ningún policía asesinado.
La inflación es otro síntoma. Sin pretensión de
sustituir con dos palabras a toda una biblioteca de economía, me permito
repetir que el origen del problema, es también la ausencia de “Orden y Progreso”; lo que nosotros
llamamos “la madre del borrego”.
La inflación desmedida es el síntoma más
preocupante del país y en el nuestro indica niveles mortales de desorden
económico y social. En nuestra sociedad,
la inflación se manifiesta en la falta de seguridad, tanto la social como la
personal o física, falta de educación, falta de salud, falta de inclusión
social y tantas otras faltas, que como
en el caso de Venezuela, hasta la falta de papel higiénico.
La inflación sostenida tiene efectos adversos, aún
para sindicalistas, que mientras festejan alegremente paritarias exitosas,
ocultan a sus trabajadores que tarde o temprano tendrán un destino atroz: el
desempleo.
Ya en el gobierno del Tte. Gral. Perón de 1953 se
empleaba como terapia alternativa para la inflación el “Control de Agio y la
Especulación” que continúo con otras magias económicas hasta el día de hoy, en
el cual, el gobierno y sin originalidad alguna, emplea el mismo genérico con el
nombre “Precios Cuidados” para disminuir el indicador de este síntoma, cuyo
origen es el desquicio en la gestión y
la corrupción generalizada.
Si alguien tiene alguna duda sobre la inflación,
basta pensar en las sucesivas cirugías estéticas que tuvo nuestro billete,
sacándole 13 ceros a nuestra moneda, dando al Soberano, ráfagas de felicidad y
creándole la ilusión de que su peso era más fuerte que la libra esterlina. Pero
este gobierno de década ganada, no se queda atrás de sus antecesores del mismo
signo político: ahora están pensando lanzar al mercado billetes de mayor valor
nominal, aunque esta solución está un poco demorada por unos problemitas con la
calcográfica.
La decadencia de la Argentina también se puede
observar con el aumento exponencial de la producción de drogas peligrosas y la radicación
de narcotraficantes en nuestro territorio.
En todos los países existe el consumo de
estupefacientes, pero el dominio de la calle por parte de los narcotraficantes
es patrimonio de los países vencidos por el fracaso y la corrupción del estado.
Paragonando un refrán popular podría decirse, “a todo país que camina, no se le
paran moscas encima”. La corrupción del
oficialismo ha llegado a niveles grotescos, donde están escandalosamente
sospechados los primeros mandatarios y muchos jueces oficialistas.
Pero esta desgracia también es aprovechada por los
mismos gobernantes inescrupulosos; ahora tienen a un ente intangible e
invisible a quién inculpar de muchos de los desastres de la Argentina: “la
culpa la tienen los narcotraficantes” dicen, mientras piden más policías, más gendarmes
y ahora, hasta del Ejército Argentino, de acuerdo a la moción presentada por la
conspicua líder defensora de los derechos humanos y Sueños Compartidos. Ya nada
es poco en la imaginación de nuestros gobernantes.
Por último, no sería consecuente con mis ideas de ciudadano
independiente, si no hablara de mi (nuestra) responsabilidad en todo este
desastre nacional.
Repitiendo lo que escuché alguna vez, digo: “un pueblo que elige a corruptos no es
víctima, es cómplice.”
No por nada Eladia Blazquez retrataba a los
argentinos “ con tendencia al melodrama y a enredarnos en la trama por vivir en
la ficción”. ¿Será ésta la razón por la que muchos siguen pensando en este
justicialismo interminable? La verdad histórica dice que el PJ es el que nos
gobernó la casi totalidad de estos últimos 60 años y al final de cada período
desastroso, la solución siempre desembocó en lo mismo; “sale uno y entra otro,
eternamente del PJ”.
A mi modo de entender, en el 2015 habría que dar
una oportunidad a otras fuerzas políticas para que gobierne el país y dejar que
el justicialismo se purificara, se actualizara, para que pudiera volver en el futuro y compartiera
el mismo camino con nuestros vecinos, Chile, Uruguay y Paraguay que nos están
humillando con su lento, pero constante desarrollo. Del Brasil, ni hablar, está
tan adelante de nosotros que ya casi lo perdemos de vista.
Sé que este cambio será indeseado para los que llevan en su corazón
una imagen casi religiosa de Perón y Evita, pero primero está el país y sobre todo y sin retórica, nuestros hijos y
nietos.
Después de todo, en el mundo, hay países que no tuvieron el privilegio de
contar con Perón y Evita y les va muy bien, con lo cual es evidente que el justicialismo no es imprescindible en ningún
lado del paneta.
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