martes, 1 de enero de 2013

VOLVER AL ORIGEN


                          
                        ver el mar disipando su endiablada energía contra las rocas, es una sensación que habrán vivido millones de seres a través de toda la existencia del hombre; pero para el que vive esta experiencia como algo personal,  no es válido el argumento de que un hecho, simplemente por pasarle a todos, es banal, vulgar o pasajero.
 Para un espectador contemplativo, sin lugar a duda, es algo singular, único e irrepetible.
Mientras que la ola, desairada,  comprendía que no le era posible mover la roca, veía como ésta, en un ataque de rebeldía,  recuperaba casi  toda la energía que había cedido  y con ella se proyectaba hacia arriba, como buscando al cielo, desafiando a la gravedad que la había tenido aprisionada en el inmenso mar.
Después que los cristales de mis anteojos salpicados de humedad nublaran mi visión, concentré la atención en esa pequeña cantidad de agua que abandona el océano.
También pensé en esa inmensidad turquesa y ésta se me presentó como la imagen de la humanidad toda, donde cada partícula, cada molécula con sabor a lágrima,  representa un alma.
Vi entonces, en esta similitud, como algunas de estas gotas,  elegidas entre tantas de lo infinito, iban abandonado su comunidad para disiparse en el espacio.
Pero tal como sucede con el agua, tarde o temprano éstas volverán al mar, y yo, siendo un agnóstico vacilante, debí admitir que tendría el mismo destino: volver al origen.
Santiago,  diciembre 2012

1 comentario:

  1. ¿Cuál es el destino de los que dejan esta vida, los que abandonan este “mar” de humanidad?
    Esta reflexión, trata de dar una explicación y una esperanza ecuménica de “el retorno a la casa de todos”.

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