viernes, 10 de septiembre de 2010

TIEMPO Y AFECTOS

Nacho, durante la mayor parte de su vida fue un permanente estudioso y era de aquellos que quería llevar a la práctica todo lo que aprendía, porque todo lo quería hacer con sus propias manos, todo lo quería experimentar por si mismo. Villa, un amigo que tenemos en común, decía que Nacho era un maniático, porque si quería escribir una carta, seguramente antes, hubiera fabricando el lápiz y el papel.


En una de esas charlas íntimas que habitualmente suelo mantener con él, me manifestó que la vida no es tan corta como parece, si el protagonista se toma el tiempo para contemplar el inventario de todo lo que fue acumulando en la vida y según su propia visión de la realidad, ese acopio de cosas no hace mas que esconder dos conceptos aparentemente disímiles, pero equivalentes entre sí, tal como lo son en física masa y energía, aunque en este caso la equivalencia que él establece es entre dos dimensiones abstractas llamadas “tiempo” y “afectos” , dos palabras, las cuales Nacho las usa como sinónimos.


También decía que si uno quiere saber el camino que ha recorrido una persona, un método es “echar una ojeada” a su biblioteca o mejor aún, sus trabajos, porque como observador contempló gente que leyó mucho e hizo poco y otros que no hicieron nada, aunque leyeron mucho, pero sin disimulo, siempre se manifestó ser admirador de los que hicieron algo, sobretodo si fué original o creativo.


En otras oportunidades y siempre refiriéndose a la biblioteca, me supo decir que es uno de esos lugares en que uno concentra la mayor parte de sus afectos y que todos ellos juntos, son los que testimonian la historia de cualquier persona y tal como lo aconsejan los mejores biógrafos, no se deben tomar en cuanta los títulos impresos en los lomos de los libros ni el tipo de encuadernación, sino el interior de ellos y explorar las hojas mamarrachadas con notas al margen, esas que se ponían aclarando el texto “para la próxima vez” o que sin poca arrogancia del lector “marcaba un error del autor”, hojas cuyo papel suele cambiar de color, posiblemente “oxidadas” por la acción de los ojos de su propietario que se posaron millones de veces analizando renglones que daban esperanza de progreso, ansiedad de saber, emoción de lograr algo con lo que se había estudiado y porque no, buscando el placer de la fantasía o la nostalgia de las lágrimas. Ahora, voy a interrumpir estas reflexiones, porque siento el timbre y hay alguien que me dice por el intercomunicador:
Señor Nacho Sartori ? , Soy el secretario Cazzoli, de la Escuela Técnica, venimos a buscar los libros y todas las cosas que Ud. donó.

Santiago V. Da Ré, 17 julio de 2010

1 comentario:

  1. Interpretación del autor:

    El autor hace una catarsis con motivo de la donación en vida de su biblioteca, mientras espera que de un momento a otro la vengan a buscar.

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