lunes, 6 de septiembre de 2010

CARTELES EN LA VIA PÚBLICA

Yo me complazco en que haya gente ocupada del espacio público para preservar y evitar el mal uso o el abuso de este medio por parte de cierto sector de la comunidad y sin abundar en comentarios, destaco como recientemente funcionarios, legisladores y hasta también la justicia ordenaron poner fuera de funcionamiento un cartel de última tecnología con diodos luminiscentes frente al mismísimo obelisco, aunque como voy a explicar mas adelante, desconcertado, porque dentro de los custodios del espacio publico, aún no hubo nadie que se hayan ocupado de otros carteles muy comunes, aunque no menos molestos y peligrosos a los cuales me referiré mas adelante.


Sin adentrarme en el intrincado uso y abuso del espacio público, quiero referirme en esta oportunidad a carteles que obstruyen de manera escandalosa el espacio público, en particular a las veredas, que como bien todos sabemos, es el lugar por donde caminan los discapacitados, los ancianos, los niños, y obviamente gente normal que desea el uso pleno de la comodidad y la seguridad que brinda la vereda.


Pues bien, en una gran cantidad de calles, sobre todo donde hay una sucesión de paradas de colectivos, los ciudadanos podemos disfrutar de refugios para pasajeros que contienen publicidad y que en los días de mucho sol o lluvia son reparadores para el que espera el transporte público. A estos últimos no voy a referirme porque a mi entender podrían ser aceptables, aunque desconozco y tampoco es el eje de este texto,  pronunciarme sobre el rédito pecuniario que beneficia a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la concesión de estos espacios.


En cambio, voy a referirme en particular al cartel y a toda su estructura metálica que estan emplazados junto a cada uno de los mencionados refugios y que están puestos con el plano del afiche publicitario en forma ortogonal al eje de circulación de la vereda, es decir, esos que están perpendiculares o cruzados “tapando” la vereda y que para no llevarnos uno o varios de ellos por delante debemos estar muy atentos a pesar que para la gente de visión normal son muy visibles, porque su objeto es precisamente la notoriedad.


Estos carteles no solo estrangulan con total desparpajo el flujo peatonal, sino que entre otras molestias, no permite ver el acercamiento del colectivo que se esta esperando, salvo que a su riesgo, el pasajero baje a la calle, dado que esta sucesión de carteles funcionan como verdaderas cortinas publicitarias impidiendo ver el horizonte y toda la perspectiva de la vereda y la calle. Otro de los problemas de estos carteles es la seguridad.; es imposible ver y menos identificar el perfil de quien se oculta detrás de algunos de estos inadecuados carteles, sobre todo en la soledad de la madrugada o la noche, los que los hace merecer el mote “cartel oculta delincuente”.


No porque estos carteles publicitarios hayan sido instalados desde hace mucho tiempo deben ser considerados aparatos inocentes y reitero, si bien en la presente no me interno en el interés comercial o económico que ellos representan, tampoco por tenerlos frente a nuestras caras deberían pasar inadvertidos. Estos carteles violan a todas luces, cualquier norma de arquitectura urbanística y su aceptación por parte del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires los pone en astronómica ventaja jurídica y comercial frente a otros carteles publicitarios, algunos de tamaño insignificante, como el saliente que puede tener un quiosco y que el código con justa razón los prohíbe terminantemente.


Espero que estos argumentos sean escuchados y revisadas las oportunísimas autorizaciones que seguramente tienen esos carteles, que abusan de la paciencia y el sentido común de los ciudadanos y cuyo uso, con certeza, esta excluido de cualquier texto de arquitectura y urbanismo.

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