domingo, 19 de septiembre de 2010

TODOS PODEMOS SER HÉROES*

Cuento para niños de 8 a 100 años. (para ser dicho en clase y sosteniendo un objeto misterioso en la mano).


                 Recuerdo que,  cuando estaba en primer  grado, precisamente en el tiempo en el que me enseñaban a leer, igual que a ustedes,  había un maestro flaco y tan alto que parecía el obelisco. Era completamente pelado y usaba unos bigototes tan grandes que les tapaban los labios de la boca y casi siempre nos miraba de costado.
Él se ocupaba de ayudar a hacer los deberes a los alumnos que se atrasaban en clase. Siempre hay chicos que se distraen cuando la maestra les enseña, y yo… yo era uno de ellos…y claro…. a la salida de la clase, todos se iban a sus casas a jugar- menos nosotros- los más remolones, que nos mandaban a una salita en cuya puerta abierta de par en par,  nos esperaba Anastasio,  que con la mirada,  nos iba siguiendo uno a uno hasta que nos sentábamos sin hacer el menor ruido.
A mi, esto particularmente no me molestaba mucho, porque sabía, que después de hacer los deberes con Anastasio, que dicho sea de paso, con el tiempo supe que no era tan malo como parecía, nos relataba un cuento, y eso,  a mi  y a todos mis compañeritos era lo que más nos gustaba.
Si había  algo que a todos nosotros nos llamaba mucho la atención, era que, Anastasio mientras decía el cuento, siempre tenía algo entre sus manos.
Parecían juguetes… pero no los eran, eran aparatos estrafalarios que no entendíamos bien para que pudieran servir. A mí siempre me intrigaron las cosas misteriosas y muchas veces me perdía el cuento mirando esos objetos que parecían mágicos,  porque algunos se movían solos o se comportaban de una manera muy extraña.
Con el tiempo, supe que esas cosas las usaban los inventores. Eran péndulos, esferas, palancas,  pilas eléctricas, lamparitas, imanes y un montón de objetos que él quería mucho, porque decía que las personas que comprendieran su funcionamiento,  podrían hacer un cohete para ir a la luna y muchas cosas más importantes todavía.
Yo que era muy curioso, muchas veces quise preguntarle para qué eran esas cosas, pero no me atrevía, porque este señor tenía fama de ser muy irritable  y entre los chicos ya sabíamos que no había que hacerlo enojar.
De todas maneras, un buen día,  no pude resistir más  a la tentación y antes que comenzara con un nuevo cuento, le pedí si me mostraba “eso” que él había traído y que como siempre, lo tenía entre sus manos.
Ahhh… no! … de ninguna manera, me dijo. Ahora no te lo puedo mostrar. Acá está el secreto que tienen los héroes de verdad y del cual ellos nunca hablan, me dijo… mientras golpeaba esa cosa con su dedo índice.
Yo lo miré sorprendido y callado,   ya que en ese momento, lo único que me importaba era saber cual  era ese secreto.
Después de un corto silencio y con una voz un poco más amigable,  me dijo: yo te lo puedo dar… pero antes debes decidir si quieres ser un héroe, porque esto es una herramienta imprescindible para todos los héroes y heroínas.
 Si en este momento te lo diera, no lo sabrías apreciar, no sabrías para que sirve ni como se usa. Más aún;  dirías que es un objeto estúpido y aburrido.
Anastasio volvió a clavarme la mirada, y en aquel entonces siguió diciéndome: ¿tú quieres ser un héroe?   yo…si quiero…, le dije con voz de miedo  y sin ánimo de contradecirlo en lo mas mínimo.
Anastasio levantó la mirada y se dirigió a los chicos y les pregunto lo mismo que yo voy hacer ahora con todos ustedes. ¿Alguien de aquí conoce algún héroe, superhéroe o alguna heroína?
Batman, dijo Diego; Superman dijo Sergio;  El Hombre Araña, dijo Sandra; todos ellos son mis héroes,  dijo Cristian.
Mmmmm… voy a repetir las mismas preguntas que nos hizo el señor Anastasio ese  día:…
A ver… ¿Quién los cura a ustedes cuando están enfermos?
El doctor, dijeron todos al mismo tiempo.
Vieron; ni el Hombre Araña, ni Batman, ni ninguno de estos héroes vienen a sus casas a curarlos.
Ustedes nunca llegaran a crecer de verdad, si no supieran leer y escribir. ¿Quién les enseña a leer y escribir?
La maestra, gritaron todos a coro ¡¡
Otra vez.., ni Batman, ni Superman ni los Power Rangers enseñan a leer y escribir a los niños. Estos superhéroes de la tele  tampoco se ocupan de los niños más pobres del mundo.
Los héroes que ustedes conocen,  se inventaron para que los chicos se diviertan y si bien eso es muy lindo, es bueno que vayan comprendiendo que existen héroes de verdad,  que no son precisamente éstos que se ven únicamente en la pantalla.
Los verdaderos héroes de verdad son de carne y hueso como todos ustedes.
Y yo, hoy quiero hablarles de los héroes de verdad, tal como lo hizo Anastasio ese día.
¿Saben ustedes quien descubrió la vacuna?
 Esa  que se  aplica en el brazo, en la pierna o las gotitas que ustedes  toman por boca y que sirve para defenderse de las  enfermedades?
Se llamaba Luis Pasteur y aquí pueden ver su fotografía (la muestra). Este señor con su  trabajo,  salvó y seguirá salvando a millones y millones de niños de horribles enfermedades.
Este señor fue un héroe de verdad.
¿Conocen ustedes a esta persona?
Es la Madre Teresa de Calcuta (muestra su fotografía). Con su trabajo y abnegación  salvó  a miles  de niños muy pobres de todas las razas y religiones. Esta señora fue una heroína de verdad.
Por suerte, hay muchos héroes y heroínas de verdad, que nos dieron la libertad, o descubrieron remedios fantásticos para curar las enfermedades o que trabajaron mucho y durante todas sus vidas  para que los niños y toda la gente del mundo vivieran mejor, héroes o heroínas que simplemente pensaron en el bien de los demás.

Bien, ahora que sabemos que existen héroes de verdad, ustedes pueden decidir si algún día,  también quieren serlo, porque “todos podemos ser héroes” sin importar la edad.
Eso sí; nunca podrán ser héroes  o heroínas si no tienen en cuenta este pequeño aparatito que tengo entre mis manos; el mismo que tenía Anastasio ese día….

Después de este cuento, les voy a entregar uno a quien me lo pida y se lo guardarán para toda la vida,  porque este aparatito siempre les va hablar con la verdad y les va a decir que tienen que hacer, o mejor aún, que es lo que no tienen que hacer, para convertirse en héroes, heroínas o lo que es casi lo mismo, en muy buenas personas.
Hoy, después de tanto tiempo y recordando con cariño a Anastasio, siempre llevo uno conmigo y cuando  necesito consultarlo,  no dudo en recurrir a él:
es mi espejo

Cantautor: Santiago V. Da Ré
Canada School, aula 1er. grado
17 de octubre del 2008

*Dedicado a una amada e inolvidable maestra de primer grado

3 comentarios:

  1. Estimado Santiago:
    He leído su relato y me parece muy bueno, especialmente para poder contarlo a los chicos (y no tan chicos) que se deslumbran con héroes irreales mientras los reales de todos los días pasan desapercibidos. Lo felicito.
    Clara

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  2. EXCELENTE, realmente MUY BUENO.
    Abrazo.
    GRC

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  3. No nos damos cuenta que vivir en este mundo es un acto de heroísmo.
    Es un homenaje a aquellos que sin ser etiquetados como héroes fueron los auténticos "benefactores de la humanidad".
    Es un llamado a transmitir los verdaderos valores a los niños.
    Es un recuerdo de mi infancia.

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